He de volver a ti como un suspiro al viento,
como un recuerdo al alma.
Su triste voz
(triste como la imagen del indio
clavada entre la cruz de sus caminos).
Chiapas es en el cosmos
lo que una flor al viento.
Es célula infiníta
que sufre, llora y sangra.
Invisible universo
que vibra, ríe y canta.
Chiapas un día lejano,
y serena y tranquila y transparente,
debió brotar del mar ebrio de espuma
o del cósmico vientre de una aurora.
"How far I am from you, homeland,
as I carry in my blood
a bubbling of sunlight
struggle and hope."
In your name, homeland,
and in the name of your sons,
the thousands of disposessed,
I'll lift my head and fight
as you wanted me to."
Chiapas nació en mí
con los primeros cuentos de mi abuelo,
en la voz de mi primer amigo
y en la leyenda de mi primera novia.
Desde entonces, Chiapas es en mi sangre
beso, voz y leyenda.
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Después de que los siglos pasaran como nubes
errantes por un cielo lavado por las lágrimas
y las noches ardiesen a la orilla de un mundo
mordido por la negra serpiente de la cólera,
cuando los días eran cada vez más oscuros
y las horas monedas que contaba la usura,
entonces, cuando el mundo no tenía sentido
y la vida era un astro girando en el vacío,
cuando Palenque era el lugar de los dioses
y los hombres podían leer el Popol Vuh
o verse como dioses en el Usumacinta,
después de que los dioses huyeran para siempre
de los templos que un día fueron sueños de jade
y escalinatas ciegas bajo un sol de obsidiana
en las que agonizaba el viejo Quetzalcóatl,
cuando el dios de la ira trajo hombres despiadados
que hablaban el eterno idioma de la muerte
y tiñeron de sangre el paisaje de México
y arrancaron el oro con manos genocidas
para dilapidarlo en el burdel de Europa,
después de que Zapata sucumbiera luchando
por repartir la tierra que a todos pertenece,
cuando a hombres desalmados se les llenó la boca
con la palabra patria para su patrimonio,
mucho después, ya casi en el límite del tiempo,
con la clara conciencia de que el mundo es ajeno
y ancho como la mano que de él se apodera,
cuando el gringo usurpó todos los nombres
y estableció fronteras con los desheredados,
cuando Jaime Sabines se encontró de repente
perdido en el laberinto de la belleza
ante el rostro terrible de una página en blanco,
cuando la tierra era como una inmensa herida
abierta por el odio y tan sólo servía
para ser enterrado bajo una cruz anónima
y no para dar frutos, sino puertas cerradas,
barracones sitiados por un mar de tristeza,
campesinos famélicos, lamiendo como perros
las llagas del oprobio causado por la historia,
calles que no conducen hacia ninguna parte,
niños sin horizonte, mentes esclavizadas
por los nuevos tiranos que, en nombre del progreso,
en nombre de una libertad que no existe,
levantan un imperio que sólo satisface
al bárbaro del norte, su mentor y su espejo.
Después, que ya es ahora, cuando el siglo camina
hacia la luz amarga del último poniente,
como un remordimiento que nunca periclita,
un pueblo se levanta de sus propias cenizas
y rompe las cadenas, como Fuenteovejuna,
que le atan al infierno ominoso del pasado,
y esgrimiendo su orgullo y su alta dignidad
dice no al unísono contra la tiranía
del hambre que ya tiene el color de la injusticia,
del dolor que no puede prolongarse en el tiempo
pues ya se cierra el libro circular de la historia,
y se hace necesario que otra nueva comience.
Así empezó mi canto a ponerse de pie
y a pronunciar el nombre luminoso y eterno
de un pueblo que prefiere morir a ser esclavo:
no está lejano el día en que se cumpla el sueño
de Antígona que vuelve desde el fulgor del mito
para hacer que este mundo sea el lugar habitable
que sueñan las mujeres y los hombres de Chiapas
y los niños que sienten nostalgia del futuro.
Ya es hora de que Chiapas escriba su poema
de amor y libertad y tierra para todos
y que ésta dé sus frutos para el que la trabaja
y pan sobre la mesa azul del mediodía
y casas donde habite la ropa bien planchada
y calles como días que llevan al olvido
y plazas con palmeras y bancos con ancianos
y niños que sonrían al salir de la escuela
y manos enlazadas a la luz de la luna,
cuando el cielo desnudo sea un enjambre de estrellas,
y lo cante orgulloso el viento entre los árboles,
y lo repita el eco libre de las montañas,
y el mar (ese poema que sólo han comprendido
aquellos que en su alma llevan la libertad),
y lo lea el campesino que ahora es analfabeto,
y lo escuchen los hombres de buena voluntad,
y lo digan los labios de todo el universo.
From: Antonio Casares
(de España)
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