Respetar cultura y medio ambiente de los ind'igenas Cada vez que hay una reuni'on nacional o internacional para tratar los asuntos del ambiente y el desarrollo se proclama que es necesario tomar medidas urgentes para salvar el planeta de una crisis ecol'ogica que ponga en peligro la existencia del ser humano y la vida toda. Se ofrecen datos escalofriantes sobre los da~nos que el hombre causa al medio y se hacen llamados para conservar los recursos con base en pol'iticas que beneficien a las actuales y futuras generaciones. Diagn'osticos y propuestas llevan finalmente a plantear soluciones globales que eviten lo peor. Precisamente una de las propuestas que siempre recibe apoyo se refiere a la necesidad de proteger las 'areas naturales del planeta, con el fin de garantizar la importante biodiversidad que encierran.
En el caso de Am'erica Latina preocupa la suerte de sus bosques y selvas. Es conocida la enorme extensi'on que de ellas encontraron los conquistadores, como tambi'en abundan los estudios sobre la forma salvaje en que desde entonces se destruye una parte apreciable de dicha riqueza v'ia una explotaci'on que tiene como meta el saqueo de los recursos, la obtenci'on del beneficio inmediato y a cualquier costo. El ecocidio de los 'ultimos cinco siglos ha estado acompa~nado del etnocidio que margina a los pueblos ind'igenas, devasta su cultura y sus fuentes de sustento; modifica las relaciones hombre-naturaleza remplaz'andolas por otras que conducen al deterioro. Los nuevos ocupantes del continente establecieron un sistema pol'itico, religioso, social y econ'omico que se impone sobre la diversidad 'etnica y los sistemas locales de control, uso y cuidado de los recursos.
La negaci'on de los conocimientos de los antiguos habitantes y el rompimiento de los lazos que ligaban a las culturas locales con su entorno natural, llev'o a satanizar y perseguir usos y costumbres ``paganas'', facilit'o el despojo y cristaliz'o en los sistemas pol'iticos, religiosos y legales establecidos en la colonia. Las formas impuestas contrastan y chocan con los conocimientos y los conceptos que los pueblos americanos ten'ian y a'un tienen sobre la naturaleza y su apropiaci'on social, la tendencia de verla en relaci'on rec'iproca con la sociedad, de adoptar sistemas productivos que armonizan con los ciclos ecol'ogicos, de fomentar la diversidad productiva y de microambientes. En fin, de respeto a la madre tierra.
Pero adem'as, las nuevas instituciones se oponen a las de tipo social de los grupos ind'igenas que tienden a reforzar a las organizaciones locales que regulan la vida comunitaria y, en particular, las relaciones con la naturaleza. Estas, junto con sus expresiones culturales, conducen a un estilo econ'omico y tecnol'ogico m'as sustentable, menos destructor de los recursos. La confrontaci'on de estos dos modos de ver la sociedad y la naturaleza se expresa muy bien con lo ocurrido en la Amazonia brasile~na y el sur de Oaxaca, en M'exico. Como lo describen Ronald Nigh y Nemesio Rodr'iguez en un libro reciente (Territorios violados: indios, medio ambiente y desarrollo en Am'erica Latina), los modelos de ``modernizaci'on'' establecidos en esas regiones no son compatibles con la preservaci'on del ambiente; por el contrario, atentan contra la naturaleza y la idea de sustentabilidad.
Pero adem'as, son una clara muestra del desprecio imperante entre planificadores y tomadores de decisiones t'ecnico-pol'iticas, por la riqueza cultural y biol'ogica que todav'ia perdura en diversos estados del pa'is, asiento de importantes grupos ind'igenas. Tal desprecio contrasta con la idea suficientemente comprobada de que el conocimiento que esos grupos tienen del medio es la base para el dise~no de verdadero proyectos de desarrollo. Lo com'un ha sido imponer modelos tecnol'ogicos que conducen a una explotaci'on irracional de recursos so pretexto de sacar del atraso a diversas zonas del pa'is. Los frutos de esa pol'itica son bien conocidos por doquier y han significado el empobrecimiento del medio y de quienes lo habitan.
Ahora que se discute en varios frentes lo relativo a los derechos territoriales ind'igenas, la obra mencionada muestra que debe apoyarse dicha posici'on, tal y como ya lo han hecho algunos gobiernos latinoamericanos. Entre otras cosas, por ser una estrategia adecuada para conservar la biodiversidad. Permitir que los grupos ind'igenas decidan sobre las modalidades y uso de recursos que han sido por siglos su patrimonio, resultar'ia en la protecci'on de millones de hect'areas, muchas m'as que las que miden los parques y reservas ecol'ogicas propuestas por las oganizaciones conservacionistas.
Mas para lograr el desarrollo sustentable, no s'olo es necesario revalorizar el conocimiento t'ecnico de los pueblos aut'octonos, sino tambi'en sus formas sociales y culturales. Algo que, como lo se~nalan Nigh y Rodr'iguez en su libro, no es nada f'acil, habida cuenta la resistencia que existe entre muchos ``conservacionistas'', funcionarios, tecn'ocratas y polit'ologos de corte urbano a cambiar la 'optica con que satanizan y definen el mundo ind'igena: s'imbolo de atraso, obst'aculo para el progreso. En el caso de M'exico, ha llegado el momento de establecer un di'alogo entre las partes involucradas con el fin de preservar el medio en las 'areas ind'igenas, comenzando por lo primero: el respeto a las formas de organizaci'on, a la cultura y al conocimiento ancestral que poseen quienes viven en ellas.
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